4.10.09

La causalidad y la ciencia de la conducta humana (1º parte)

Adolf Grünbaum (Foto gentileza de Hist-Analytic)


LA CAUSALIDAD Y LA CIENCIA DE LA CONDUCTA HUMANA
por Adolf Grünbaum
Publicado en American Scientist, 1952, 40, 665-676

Es común descubrir que inclusive quienes tienen cabal confianza en el éxito continuo del método científico, cuando es aplicado a la natura­leza inanimada, se muestren extremadamente escépticos por lo que res­pecta a su aplicación al estudio de la conducta humana. Algunos llegan a afirmar, muy categóricamente, que los métodos de las ciencias natura­les son en principio inútiles para predecir la conducta individual o social del hombre.


Así, por ejemplo, al escritor Dilthey y sus adeptos del movimiento de la Geisteswissenschaften insisten en que la psicología y las ciencias so­ciales son metodológicamente autónomas, y que la inteligencia dirigida hacia un objetivo, característica del hombre, exige un método diferente, en toto genere, del de las ciencias físicas.

En la última parte del siglo XIX, W. Dilthey estuvo a la vanguardia de un movimiento que tuvo gran influencia. Los representantes de dicho movimiento sostenían que las tareas teóricas de las ciencias naturales eran fundamentalmente distintas a los fines teóricos que animaban a las ciencias sociales y a las humanidades. El propósito de las ciencias naturales- según los exponentes de ésta escuela- era la generalización, mientras que las ciencias sociales estaban orientadas a la definición y articulación de la individualidad.


Múltiples e importantes argumentos se han esgrimido contra la hipó­tesis de que en el ámbito de la conducta humana existen relaciones de causa-efecto. Con ellos se ha intentado negar la posibilidad de hacer predicciones, las cuales serían factibles, únicamente en el caso de que en realidad se dieran las ya mencionadas relaciones. En el presente ar­tículo intentaré demostrar que los argumentos en cuestión carecen de validez, y que hay muy buenas razones para aceptar la hipótesis causal contra la que van dirigidos aquellos. Muchas de las ideas que aquí se examinarán han sido esbozadas o desarrolladas con antelación por otros autores en diversos contextos; cuando sea posible, daremos las citas co­rrespondientes a estos escritos.


Antes de analizar críticamente algunas de las razones que se han adu­cido para afirmar que la conducta humana es inherentemente imprede­cible, deseo apuntar varias consecuencias importantes tanto de esta difun­dida convicción, como de su rechazo. Es imprescindible explicar estas consecuencias, puesto que son pocos los sustentantes de esta doctrina que se dan cuenta de todas sus implicaciones.


Si la conducta humana, lo mismo la individual que la social, no exhi­be sucesiones de causa-efecto, el método científico por consiguiente es en esencia inválido para la elucidación. de la naturaleza del hombre, y la psicología científica, al igual que las ciencias sociales, estará permanen­temente imposibilitada de alcanzar el rango de ciencia. Esta conclusión se desprende de que la explicación científica, excepto en las matemáticas puras, consiste esencialmente en "explicar" un fenómeno pasado, o en predecir un acontecimiento futuro, al demostrar que son casos de una de­terminada ley (o leyes) y que su acontecer se puede atribuir al hecho de que se dieran las condiciones para que se cumpliesen la ley o las leyes pertinentes. Por tanto, el saber científico o racional a partir de la expe­riencia pasada, consiste en descubrir las regularidades causales que permi­ten prever lo futuro. Así pues, negar la existencia de uniformidades en la conducta humana, es afirmar que no pueden sacarse lecciones sig­nificativas del pasado y que el futuro del hombre es caprichoso y escu­rridizo. No obstante, algunos historiadores y algunos científicos sociales nos dicen que en contraposición con las ciencias naturales, el rasgo dis­tintivo de la materia a la que se dedican es la falta de una ley causal. Al mismo tiempo, sostienen que la única forma de que lleguen a ser tra­tables, tanto los individuos como las naciones, consiste en intensificar drásticamente el cultivo de los estudios sociales. Es claro que esto es insostenible. No podrá aprenderse nada de la historia, con respecto a la sabia conducción de las relaciones internacionales, si dicha sabiduría no se encuentra en la historia. La distinción entre acierto y desacierto en los asuntos prácticos, cobra sentido ante todo gracias a la existencia de rela­ciones de causa-efecto en la conducta humana y por referencia a las pre­dicciones que nos permiten hacer las dichas relaciones. Las reglas para la conducción de los individuos y de las naciones solo se pueden basar en leyes causales que expresan que si tal o cual condición se da proba­blemente. ocurrirá esto o aquello, en todos los casos, o en un porcentaje explícitamente determinado de casos. Es inútil lamentarse del gran des­nivel existente entre nuestro dominio de la naturaleza física y nuestra comprensión científica del hombre, si se niega además la existencia de las únicas condiciones que permitirían el análisis científico del hombre. Solo si la conducta humana exhibe alguna especie de legalidad causal, cobra sentido insistir en la necesidad de corregir el peligroso desnivel que me­dia entre el control del hombre sobre la naturaleza física y su conoci­mIento científico de sí mismo, y así evitar que se destruya a sí mismo. En contraste, la suposición de que en la conducta humana se pueden descubnr leyes causales, nos ofrece enormes posibilidades.

En tal caso, podemos pedirle al científico social que averigüe los medios que llevan a eterminados fines. De ese modo, podremos obtener una respuesta que se ciña verdaderamente a los hechos, en vez de una respuesta emocional,a las quemantes preguntas de nuestro tiempo.Por ejemplo, podríamos esperar una respuesta válida a la interrogación planteada acerca de cuál es el sis.ema de organización de las relaciones económicas que conducirá a a satisfacción óptima de cierto orden de necesidades humanas.

Cualesquiera sean las respuestas que se propongan, su mérito consistirá en lograr la aprobación de todos los hombres sensatos identificados por los mismos objetivos. Ciertamente, la historia de la ciencia física registra la actitud de incitación y desafío mostrada por los hombres cuyas teorías no pudieron ser confirmadas por la evidencia. Empero, hemos aprendido a rechazar las teorías físicas que no cumplen la prueba de los hechos obser vables, por muy ingeniosas que sean o por muy sugestivas que, a primera vista, nos parezcan. Por esta razón, la historia de la ciencia física es, en cierto sentido, la historia de las teorías descartadas. Se daría un gran paso adelante si se aceptara universalmente que las teorías sobre la naturaleza humana, de la misma manera que las teorías físicas, deben so­meterse a una cuidadosa y disciplinada verificación por medio de la observación. En nuestros días, el hombre común es altamente consciente de la necesidad de guardar un escrupuloso cuidado en el terreno de las afirmaciones relativas a los hechos de la naturaleza; pese a ello, no ha dejado de expresarse en términos dogmáticos y evangélicos acerca de los supuestos hechos de la "naturaleza humana". A despecho de las serias divisiones que existen hoy en día en la humanidad, la mayor parte del conocimiento científico que se refiere a la naturaleza inanimada goza de consenso mundial. Parecería, en consecuencia, que el conocimiento científico del hombre, caracterizado por requerimientos específicos para la obtención de fines determinados, debiera merecer el mismo asentimiento. En la medida en que ello pueda obtenerse, se avanzará hacia la fraternidad humana.


Lo expuesto hasta aquí es suficiente en cuanto a las implicaciones inherentes a las respuestas antagónicas. Nos referiremos ahora directamente a la legitimidad de dichas respuestas.


ARGUMENTOS QUE SE OPONEN A LA NOCION DE CAUSALIDAD EN LA CONDUCTA HUMANA. SU REFUTACION

Hay cuatro argumentos que deseo considerar, adversos todos ellos a la hipótesis de que la causalidad está presente en la conducta humana. Son los siguientes:

1. La conducta humana no está sujeta a una descripción de tipo causal y en consecuencia no es predecible, puesto que cada individuo es único, carente de semejanza exacta con respecto a ningún otro.

2. Aun cuando hubiese un orden causal en los fenómenos de la con­ducta humana, este sería tan complejo que eludiría la posibilidad de ser aprehendido.

3. En las ciencias físicas, un hecho actual está siempre determinado por hechos anteriores, pero en la conducta humana el comportamiento presente se encuentra orientado en dirección a objetivos futuros, está "determinado" por tales objetivos.

4. Si la conducta humana constituyese una parte del orden causal de los acontecimientos y de ahí en principio, predecible, sería fútil la pretensión de optar entre lo bueno y lo malo e insensato responsabilizar al hombre de sus actos; del mismo modo, resultaría injusto infligirle castigos e ingenuo admitir remordimiento o culpa por las faltas cometidas. En resumen: dar por sentado el principio de la causalidad en la conducta humana es incompatible con la realidad reconocida de que las personas responden de un modo deliberado a los imperativos morales.

En las páginas siguientes trataré de demostrar que estos cuatro argumentos son el resultado de un análisis superficial y prejuicioso. De entre ellos, el presentado en cuarto término ha gozado de mayor influencia (Petrunkevitch, A. The controversy of faith versus reason. American Scientist, 1945, 33, 189-193 y 201)


1º EL ARGUMENTO DE LA SINGULARIDAD DE LOS INDIVIDUOS HUMANOS

Esta objeción a la posibilidad de constituir una psicología científica, descansa sobre falsas concepciones acerca de lo que la causalidad signi­fica en la ciencia. Para eliminar estos malentendidos es necesario subra­yar que todos los particulares en el mundo son únicos, ya sean objetos físicos como los árboles, acontecimientos físicos del tipo de los destellos luminosos o seres humanos. La mera afirmación de que una cosa es par­ticular significa que, en una u otra forma, tiene un carácter único, dife­rente a todos los demás objetos de su propio género o a otros géneros. Cada uno de los insignificantes tic-tac de mi reloj es un suceso singular, puesto que no son simultáneos. En lo que toca a su singularidad, ¡cada tic-tac equivale al discurso de Lincoln en Gettysburg!. Es evidente, sin embargo, que la singularidad de un fenómeno físico no impide su ligazón a leyes causales, ya que en principio las leyes causales relacionan úni­camente algunos de los caracteres de un cierto conjunto de fenómenos con algunos de los caracteres de otro conjunto de sucesos. Por ejemplo, los procesos de fricción se encuentran acompañados por la generación de calor en tanto que procesos de fricción, sin que importe cualquier otra peculiaridad que puedan contener. Un proyectil disparado en condicio­nes apropiadas describirá una órbita parabólica, independientemente de su color, del lugar en que ha sido fabricado, etcétera. En tanto que la relación causa-efecto es un nexo entre especies de fenómenos, nunca es necesario duplicar todas las características de una determinada causa para producir el mismo tipo de efecto. De esto se desprende que cuando los psicólogos científicos afirman la existencia de leyes causales en la con­ducta humana, este punto de vista no resulta incompatible con la existencia de grandes diferencias individuales entre los hombres, ni viola la singularidad o la dignidad de cada persona particular.

Cada individuo es único en virtud de que constituye una reunión de características que no son copia de las de ningún otro individuo. A pesar de ello, es absolutamente concebible sostener la siguiente ley psicológica: si un niño varón, dotado de ciertas características es objeto de hostilidad materna en determinada etapa de su desarrollo, mientras que mantiene un fuerte vínculo con su padre, cuando llegue a la vida adulta desarrollará una paranoia. Si esta ley es válida, los niños sometidos a las condiciones antes estipuladas se volverán paranoicos, sin que importe mucho el hecho de que su infancia difiera en otros aspectos y sin que tampoco intervengan las otras disimilitudes que pudieran presentar una vez que se han convertido en dementes.

Una variante del argumento adverso a la psicología científica sostiene que no hay psicólogo apto para llegar a sentirse exactamente igual a cada una de las diversas personas cuyos sentimientos y conducta está tratando de comprender. Esta forma de argumentación contiene otro concepto erróneo acerca del tipo de comprensión o de explicación que la ciencia se esfuerza por obtener: la creencia de que, con el fin de explicar científicamente la conducta o la experiencia humana, el psicólogo debe sentir en sí mismo, directamente y en toda su complejidad, la experiencia en cuestión.

Así pues, quien objeta la psicología científica apoyándose en esa base, identifica virtualmente a la comprensión científica con la comprensión genuinamente empática. Sin embargo, comprender un fenómeno desde el punto de vista científico es, en primer lugar, conocer las condiciones necesarias para que suceda. Un médico interesado en comprender el cáncer (incluyendo sus consecuencias físicas) no está dispuesto a con traerlo, sino únicamente a conocer las condiciones que se asocian al acaecimiento y no acaecimiento de esta enfermedad. Una comprensión estrictamente empática puede tener gran valor heurístico y algunas veces hasta estético.

No obstante, desde el punto de vista del logro de la comprensión científica y de la formulación de las predicciones que ello hace posible, el método empático, tanto en psicología como en historia (Dilthey) es absolutamente insuficiente.

2º EL ARGUMENTO QUE SE REFIERE A LA COMPLEJIDAD DE LA CONDUCTA HUMANA


Como se recordará, este argumento sostiene que la conducta humana implica tan compleja proliferación de factores que es trivial intentar desenmarañarlos. Un vistazo a la historia de la ciencia privará a este punto de vista de su presunta plausibilidad. Piénsese en lo que hubiera afirmado sobre la física del movimiento antes de Galileo, la persona que en la actualidad aplica tales argumentos a la psicología; posiblemente diría que los intentos para reducir la vasta diversidad de traslaciones, celestiales y terrestres, a unas pocas y simples leyes del movimiento, eran inútiles. Antes de la aparición de la química científica, esa misma persona habría descartado la posibilidad de reducir la aparentemente irreconocible variedad de sustancias en la naturaleza, a unos 96 elementos tan solo. El argumento en cuestión se apoya en lo no conocido y por tanto: como todos los argumentos de su tipo, carece de base.

3º EL ARGUMENTO DE LA “DETERMINACION” DEL PRESENTE POR EL FUTURO EN LA CONDUCTA HUMANA DIRIGIDA A UN OBJETIVO

Si una persona, en este momento, enfila sus acciones al logro de un objetivo futuro se arguye que tales acciones son el efecto de una causa venidera; un tipo de causalidad que no se encuentra entre los fenómenos físicos. La respuesta a este argumento es que son más bien las expectativas presentes y no el objetivo futuro las que controlan causalmente la conducta en cuestión. En realidad, el objetivo buscado quizás nunca se alcance. Por otra parte, tanto los motivos para alcanzar un determinado objetivo como la expectativa creada por la acción en pro de aquél, funcionan como cuestiones antecedentes, del mismo modo que los factores causales en los fenómenos físicos. De este modo, la determinación causal en las situaciones motivacionales no se ve afectada por el hecho de que los motivos se refieran al futuro (Hempel y Oppenheim,” Studies in the logic of explanation”, Phil.Sci. 1948, Jeans,”Physics and philosophy”, Oxford University Press 1945.)


4º EL ARGUMENTO DE LA ELECCION MORAL

Se da el nombre de "determinista" a la tesis de que todos los fenóme­nos incluyendo los de la conducta humana, se engloban dentro de pautas causales. Tal formulación del determinismo resulta lógicamente objetable en algunos aspectos, pero a pesar de ello nos bastará para nuestra discu­sión. Está claro que el determinismo es un principio clave (regulador) de toda investigación científica. La negación del determinismo es llamada "indeterminismo". El argumento indeterminista acerca de la eleccIón mo­ral, que vamos a considerar aquí, ha sido resumido por un crítico de la manera siguiente (Schlick, 1939): Si el determinismo fuera verdadero, mi voluntad estaría siempre determinada por mi carácter y por mis mo­tivaciones, de aquí que mis elecciones no serían libres y por lo mismo no podría ser responsable de mis actos, en virtud de que no puedo mo­dificar mis decisiones ni tampoco dejar de hacer lo que hago. SI el deter­minismo está en lo cierto, no puedo elegir mis estímulos ni mi carácter; los primeros me son impuestos por causas externas e internas, el segundo es el producto inevitable de las influencias que me han afectado en el transcurso de mi existencia. Por eso, el determinismo y la responsabili­dad moral son incompatibles. La responsabilidad moral presupone liber­tad, o sea independencia con respecto a la causalidad.

El problema al que nos enfrentamos se refiere a la validez del argu­mento indeterminista. Antes de replicar que mi respuesta es enfáticamente negativa, deseo distinguir entre dos tipos de determinismo y mostrar que ambos han de merecer la objeción del indeterminismo, una vez que éste ha asentado su tesis de la elección moral.

El primer tipo de determinismo es el del cien por ciento; afirma que, bajo condiciones determinadas, se producirá en todos los casos un resultado determinado. Por ejemplo, siempre que un metal es calentado (en condiciones ordinarias), se dilatará. El segundo tipo de determinismo es el estadístico, que sostiene (aproximadamente) que bajo condiciones es­peciales se producirá un cierto resultado, aunque únicamente en un por­centaje de casos explícitamente declarado. Un ejemplo de ello es predecir que, de entre todas las personas nacidas en los barrios bajos, el 80% cometerá un delito alguna vez en su vida. Quiero destacar, primeramente, que si el argumento moral del indeterminismo contra el tipo de deter­minismo del cien por ciento fuera válido, también lo sería frente al determinismo de tipo estadístico. Este punto tiene una importancia par­ticular, puesto que muchos indeterministas pretenden reconocer la exis­tencia innegable de una gran cantidad de regularidades en la conducta humana, y afirman que sus objeciones acerca del fundamento moral se refieren solo al determinismo del tipo del cien por ciento y no al de tipo estadístico.

Con el fin de demostrar lo que me propongo, supongamos -en forma enteramente hipotética- que todos los cazadores están sujetos a la si­guiente ley determinista del tipo cien por ciento: todos los cazadores co­meten un homicidio, en alguna ocasión, después de regresar de la selva. El indeterminista diría que si estos cazadores estuvieran realmente suje­tos a dicha ley causal, terminarían por convertirse, indefectiblemente, en homicidas y, por tanto, no tendríamos derecho alguno a castigarlos por sus crímenes. ¿Que posición adoptaría el indeterminista si existiera una ley de tipo estadístico que afirmara, con alta certidumbre, que todas las personas nacidas en los barrios bajos, en una proporción tan elevada como la del 80%, cometen un delito alguna vez durante su vida? Sin duda esta ley estadística no nos da derecho a decir que todo individuo cuyo naci­miento tuvo lugar en los barrios bajos llegará a ser un delincuente; por tanto, no queda excluida la posibilidad de que alguna o algunas perso­nas se cuenten entre las que componen el 20% cuya conducta es legal, y por eso mismo pueda considerarse que actúan "libremente" en el sentido indeterminista. En la medida en que la responsabilidad es un problema individual, parecería incluso que nuestra ley estadística, permite al inde­terminista emplear su propio criterio para asignar responsabilidad indivi­dual al 20% de las personas originarias de los barrios bajos. Pero si el 20% que efectivamente llegó at cometer un delito, a lo largo de un extensa lapso, compareciese conjuntamente ante un juez indeterminista, la ley estadística en cuestión le negaría el lógico derecho de asignar responsa­bilidades individuales; dicha ley no permitiría al juez distinguir de entre los reos a aquel o aquellos que podrían haber evitado el delito, por per­tenecer al 20% que realmente lo evitó. Aun si existiera un procedimiento que permitiese hacer tal distinción -lo cual no es factible- la ley esta­dística nos recordaría que no solo los acusados restantes procesados ante el juez, sino que también algunos individuos pertenecientes al veinte por ciento, podrían, en consecuencia, no haber evitado la violación de los es­tatutos. Esto significa que si durante un largo periodo seleccionamos, den­tro de los originarios de los barrios bajos, a aquellos que no son culpables de ningún delito, el resto de los que tienen similar origen, de hecho de hecho e indefectiblemente delinquirá y constituirá el ochenta por ciento de los nacidos allí. Entonces, según el mismo criterio indeterminista sobre asignación de responsabilidad, el juez no podría cumplir con su deber de asignar responsabilidades, individualmente, pues la ley estadística asegura la suficiente causalidad como para excluir la posibilidad de tal asigna­ción -de acuerdo con las mismas premisas indeterministas. Si el indeter­minista niega la justicia del castigo, como lo hace en el caso del determi­nismo 100%, tampoco puede convenir con el castigo de individuos que pertenecen a grupos afectados por leyes estadísticas, de las que única­mente pueden extraerse predicciones, asimismo estadísticas, de la conduc­ta. Por tanto, el indeterminista debe tener objeciones morales tanto hacia el determinismo del 100%, como hacia el determinismo estadístico; ¡ y esto significa que es un adversario de la creencia de que pueda haber y ser posible un estudio científico del hombre!

Para establecer la invalidez de los argumentos morales del indetermi­nista, trataré ahora de mostrar, por una parte, que no hay incompatibi­lidad entre las concepciones deterministas de la psicología científica y la asignación intencional de responsabilidad junto con la imposición de castigos y, por otra. parte, con la existencia de sentimientos de remordimien­to y culpa.


1 comentario:

MelodyPinkLPS dijo...

definitivamente es muy predecible la conducta humana.mas sin embargo influyen bastante las causas digamos de ese 20% pero el ansia de Poder predomina en los dos bandos o polos. no podemos saber exactamente como piensan obtenerlo pero Puedo Discernir que mas del 90% va por el mismo objetivo sin importar los Factores el resultado es el mismo. podriamos decir diferentes Actores mismos Escenarios,y asi seguir definiendo Causales para un mismo Efecto. mi nombre es J Arturo Marin Alanis. perez.jantonio@yahoo.com.mx